Nada tiene que ver con medidas antropométricas o valoraciones físicas que de haberles dado demasiada importancia habrían dejado afuera del fútbol de élite a jugadores como Garrincha, Maradona, Valderrama, Romario y Messi, por sólo nombrar a algunos, y tantos otros que se han destacado a nivel mundial.
Otra características muy particular, es que los niños sudamericanos jugaban con niños de otras edades y en condiciones que no serían las que se consideraban las ideales (espacios verdes en pésimo estado, pelotas construidas con materiales caseros, descalzos, sin indumentaria adecuada) y sin otros materiales de trabajo que una pelota y arcos erigidos a veces simplemente por dos ladrillos y con total ausencia de maestros y de cualquier menester pedagógico ordenado por fases cronológicas, programaciones y planificaciones.
Debemos dejar muy en claro que en el fútbol el aprendizaje nunca es lineal, por el contrario, se progresa y se demora, se avanza y retrocede ante un mismo estímulo que promovido por un concepto, unos lo incorporan rápidamente, otros no tan rápido y otros directamente no lo incorporan, y en nada influye esto en la juventud para determinar el nivel que lograrán finalmente alcanzar estos chicos en la adultez.
En la antigua formación, como ya se ha expresado, el niño buscaba su lucimiento personal, su individualidad en su máxima expresión, desarrollaba por ejemplo la gambeta en forma exagerada, agigantada, desmesurada, esos niños de antaño entablaban casi una relación de amor con la pelota y no la querían compartir por nada ni con nadie y esto que hoy sería considerado un defecto formativo en verdad era una virtud pedagógica, pues jugando y jugando aprendían y potenciaban los fundamentos de la técnica individual en forma lúdica, algo que hoy debería ser el pilar donde se sustente toda la metodología del entrenamiento en edades tempranas.
Nosotros creemos que en las edades infantiles se debe limitar el juego de conjunto y se debe fomentar el juego individual. Nos explicamos, y lo hacemos con un ejemplo: jugando en forma egoísta el niño está mucho tiempo en posesión de la pelota resolviendo tiempos y espacios propios del juego, y utilizando el engaño, pero integrando un equipo… Es decir, nunca podrá ser parte de un todo, si primero no se convierte en parte individual… Porque en el fútbol se trata de acoplar individualidades y no de desterrar el talento personal.
Esto es de relevante importancia, como así también y como ya lo hemos expresado en este texto, dejar de lado ese aprendizaje por edades cronológicas, pues las edades no representan fielmente el grado de talento que cada niño posee, no el grado en que ha logrado desarrollarlo en determinado momento. Parcializando el aprendizaje y uniformándolo no incrementamos el particular talento de cada uno, si no que masificamos en muchos casos la mediocridad.
Como lo venimos expresando nuestro fútbol sudamericano tiene su propio ADN y este abarca todos los aspectos incluyendo la formación y desarrollo de ese talento tan particular… Ese talento que se manifiesta en distintas formas y que está estrechamente relacionado con las cuatro acciones de este juego, es decir que se puede expresar tanto sea para Defender, como para Recuperar, Gestar y Definir.
Esto hay que dejarlo bien en claro, no existe un jugador que posea talento para realizar estas cuatro acciones ya que las mismas tienen una estrecha relación con el puesto que el individuo desempeña en el equipo, y este con sus características naturales, las cuales ha ido desarrollando en el tiempo; de ahí que no se puedan exigir obligaciones que no tengan que ver con las acción es que con mayor éxito resuelve un futbolista.
Nuestra manera de jugar siempre ha tenido una estrecha y fundamental relación con nuestra manera de vivir, y en ese modo de vivir el lucimiento individual era nuestra forma de dar le rienda suelta a algo tan caro a los sentimientos como es el orgullo. Y nuestro orgullo futbolero se sustentaba en la relación que se entablaba con la pelota, y precisamente por este motivo todo el juego giraba exclusivamente en afinidad con ella.
En los últimos años por estas latitudes como ya hemos expresado se le ha tomado mucho miedo al juego en su globalidad y no se toma en cuenta que, sin juego en las edades infantiles no hay jugadores en el fútbol profesional.
Veamos que dice al respecto el genial jugador brasileño Neymar:

Neymar no hace otra cosa que exponer de qué manera la mayoría de los grandes y notables futbolistas sudamericanos aprendieron a jugar, sin toda la ciencia de laboratorio y con toda la conciencia en el juego.
Para ser más gráficos aún exponemos una vieja anécdota que tiene como protagonistas a dos maravillosos entrenadores europeos, pero que sintetiza todo lo que venimos exponiendo en estas páginas de la metodología que debemos recuperar por cultura y por historia: en una reunión entre Rinus Michels y Arrigo Sacchi , el genial entrenador de la famosa “naranja mecánica” le dijo al italiano: “La diferencia entre cómo entendemos la formación unos y otros es simple, ustedes en Italia para enseñarle a nadar a un niño lo ponen boca abajo sobre una mesa y le explican que debe mover brazos y piernas en forma sincronizadas; nosotros en Holanda, lo tiramos al agua”…
Tirar al agua a los niños traducido al fútbol quiere decir “hacerlos jugar”, porque no se trata de organizar actividades extraídas y separadas del juego en sí, para luego transferirla a éste, se trata de que se descubran, aprendan y potencien en el propio juego.